-Vaya- sonrió al fin.- He quedado como un auténtico imbécil.
- No, no has quedado como un imbécil, pero no me lo esperaba.- dije sonriendo yo también.- Marcos, de veras lo siento, yo...
- No, no me digas nada más.- dijo levantándose y poniéndose el abrigo.
- No te vayas por favor.- supliqué casi llorando.
Sonrió nuevamente, se acercó a mí y me dio un beso en la frente. Empecé a llorar, sentía que algo se había roto entre nosotros y que nunca se arreglaría, no quería perderle, no quería que se fuera, quería que siguiera siendo mi Marcos, el que siempre estaba cuando le necesitaba. Pero no. Salió de mi casa y yo me derrumbé llorando en el sofá, deseando despertarme y que todo hubiera sido un mal sueño.
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